Continuamente me llegan correos de amigos y amigas de Latinoamérica. También escriben en nuestro blog. Hoy ha sido una chica de 16 años de Medellín, Colombia. Una chica lesbiana que busca compartir experiencias con personas como ella. Nada más sencillo y fácil para nosotros.
No puedo dejar de pensar en este desbarajuste de mundo que nos toca vivir. Aquí, gays y lesbianas gozamos de todos los derechos, la ley nos ampara. Nuestras familias, cada vez más y mejor aceptadas, están cómodamente asentadas sobre el lecho amplio y protector de la legalidad.
¿Qué pasa en el resto del mundo? ¿Sabemos realmente cuáles son los problemas a los que diariamente se enfrentan los homosexuales en otros países?
Seguramente por cercanía personal, y por experiencia, pienso mucho en Latinoamérica. Creo que son más las cosas que nos unen que las que nos separan del otro lado del Atlántico. Y seguramente la más importante sea el idioma. No sé si somos conscientes de lo que significa compartir una lengua: la mayor barrera a la que se enfrentan los humanos cuando se conocen es el lenguaje, y esa barrera, en ambas orillas del océano, no existe.
Y quizá por eso nos escriban tanto de Argentina, Colombia, México… Lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, familias homoparentales entran en Internet buscando consuelo, ayuda, guía, esperanza. Y cercanía. Y esa cercanía sólo se consigue cuando lo que tienes delante, esa página tan colorida, con tantas secciones, apartados y pestañas, que aparece como por arte de magia después de meter las palabras clave de tu interés en el buscador, está en tu propio idioma.
Y no puedo dejar de pensar en todos y cada uno de los pueblos de América Latina. Y siempre me asalta la misma pregunta: ¿qué podemos hacer para ayudar a los homosexuales de aquellos países?
Porque estoy convencido de que algo podemos y debemos hacer.
Nada tiene que ver la desfasada, estrambótica y absurda idea de la “madre patria”. Es más un sentimiento de ayuda entre amigos; o entre buenos vecinos, incluso, aunque varios miles de kilómetros nos separen. Y es también solidaridad: tenemos más cosas, y mejores. ¿Qué mejor que ayudar a que todo el mundo disfrute de los mismos derechos que hemos conseguido en España?
Ya sabemos que Europa se está organizando para unificar leyes.
Nos falta Latinoamérica.
Y necesitamos ideas.
No puedo dejar de pensar en este desbarajuste de mundo que nos toca vivir. Aquí, gays y lesbianas gozamos de todos los derechos, la ley nos ampara. Nuestras familias, cada vez más y mejor aceptadas, están cómodamente asentadas sobre el lecho amplio y protector de la legalidad.
¿Qué pasa en el resto del mundo? ¿Sabemos realmente cuáles son los problemas a los que diariamente se enfrentan los homosexuales en otros países?
Seguramente por cercanía personal, y por experiencia, pienso mucho en Latinoamérica. Creo que son más las cosas que nos unen que las que nos separan del otro lado del Atlántico. Y seguramente la más importante sea el idioma. No sé si somos conscientes de lo que significa compartir una lengua: la mayor barrera a la que se enfrentan los humanos cuando se conocen es el lenguaje, y esa barrera, en ambas orillas del océano, no existe.
Y quizá por eso nos escriban tanto de Argentina, Colombia, México… Lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, familias homoparentales entran en Internet buscando consuelo, ayuda, guía, esperanza. Y cercanía. Y esa cercanía sólo se consigue cuando lo que tienes delante, esa página tan colorida, con tantas secciones, apartados y pestañas, que aparece como por arte de magia después de meter las palabras clave de tu interés en el buscador, está en tu propio idioma.
Y no puedo dejar de pensar en todos y cada uno de los pueblos de América Latina. Y siempre me asalta la misma pregunta: ¿qué podemos hacer para ayudar a los homosexuales de aquellos países?
Porque estoy convencido de que algo podemos y debemos hacer.
Nada tiene que ver la desfasada, estrambótica y absurda idea de la “madre patria”. Es más un sentimiento de ayuda entre amigos; o entre buenos vecinos, incluso, aunque varios miles de kilómetros nos separen. Y es también solidaridad: tenemos más cosas, y mejores. ¿Qué mejor que ayudar a que todo el mundo disfrute de los mismos derechos que hemos conseguido en España?
Ya sabemos que Europa se está organizando para unificar leyes.
Nos falta Latinoamérica.
Y necesitamos ideas.
Carlos